miércoles, 22 de abril de 2009

El Navío de Piedra (Leyendas de Hoy II) - Enki Bilal y Pierre Christin



Entre 1975 y 1983, dentro del marco de la revista Pilote, una revista de historietas francesa fundada por René Goscinny, el creador de Asterix; el dibujante nacido en Belgrado, Enki Bilal junto con el guionista francés Pierre Christin, publicaron una serie de relatos fantástico-políticos que en su totalidad fueron llamados Leyendas de Hoy.

La saga consta de 5 historias, todas atravesadas por el presente y el pasado. Y además atravesadas por una conciencia izquierdista muy presente en toda la carrera de Bilal. La primera historia, de la que ya hemos hablado con anterioridad se llama La Cruzada de los Olvidados. Se trataba sobre un pueblito rural en el que una extraña máquina, accionada por un misterioso viajero, hace que el pueblo salga flotando y se eleve. El pueblo volaba por la zona, y con tal de que no se conociera la noticia, el gobierno accedió a las demandas de los habitantes del pueblo, que pidieron que se retiraran los campos de experimentación militar, la planta de fabricación de papel y el puerto militar que estaban destruyendo el bosque, contaminando el río y asustando a sus animales.

Aquel extraño personaje era llamado 50/22B por un grupo de aristócratas ultraderechistas que se reúnen a discutir sobre él. El hombre había sido visto en los más importantes eventos izquierdistas del mundo en los últimos años y se decía de él que era un maestro de la magia negra y la alquimia.

Aunque con cada vez menos protagonismo, este hombre aparece en las 5 historias de las Leyendas de Hoy de Bilal y Christin. La saga fue publicada en España por Editorial Norma y por la revista de historietas Cimoc.
La segunda de las historias, que resulta ser una de las más cortas, pero la más fantástica, lleva por nombre El Navío de Piedra. En sí, ésta historieta es la única netamente fantástica de las 5, ya que las siguientes apenas tienen algún detalle del género y la anterior puede llegar a ser explicada racionalmente mediante la sola palabra Tecnología. El navío de Piedra, en cambio tiene una muy marcada fantasía mística y mágica.

La historia comienza con unas imágenes en diapositiva, proyectadas en una pared, en las que se ve un lujosísimo hotel internacional, junto a dos modernos edificios escalonados destinados a departamentos. Todo esto en la parte alta de un increíble desfiladero. Un hermoso lugar, una ciudad costera, con un gigantesco centro comercial, un spa marino, un antiguo pueblito refaccionado y convertido en una “ciudad vieja” turística, con muelles deportivos y helipuertos por todos lados.

En la habitación oscura, alguien, vestido muy elegante, entre muchos hombres de traje y corbata, y mujeres con largos vestidos de gala, pide que pasen las imágenes del lugar nuevamente, sin las modificaciones. Entonces vemos que todo lo que se vio hasta el momento es un proyecto, y vemos, en el mismo lugar, el pueblito, un muelle de pesca, y en el peñasco, en lugar de hoteles y edificios de apartamentos se ve un antiguo castillo medieval.

Las luces se encienden y vemos que muchos ejecutivos, en un lujoso yate conversan sobre el proyecto de Trehoët (el nombre del pueblito). Todos esos adinerados hombres invirtieron grandes sumas para construir este moderno “paraíso” costero. Pero en Trehoët no todos están tan felices. El yate, cuyo radar se había averiado, choca y casi hunde a un pequeño barquito pesquero, y no hacen nada para ayudarles. En el barquito vemos a alguien conocido. Alguien que si leímos la anterior historia de Bilal y Christin, nos da esperanzas de que no todo vaya a seguir según lo planeado por estos hombres. Sí, allí se encuentra nuestro misterioso hombre de pelo gris, el tal 50/22B.

Gran parte de la historia transcurre en Au Petit Port, el bar portuario donde se juntan a beber los pescadores y los que trabajan en astilleros y arsenales. Nadie está contento con lo que se va a hacer con el pueblo, pero en general están todos tan sumidos en deudas que tuvieron que vender terreno al grupo de inversionistas, dándole vía libre.

Los inversionistas son hombres de muchas influencias, pero que aman, más allá de todo, el dinero, y lograron hacer el papeleo para remover piedra por piedra el castillo, para luego rearmarlo en un Parque Nacional, de este modo se reserva el patrimonio cultural y se logra aumentar el valor turístico de la reserva ecológica en cuestión.

Pero no tomaron en cuenta que en el viejo castillo vivía un viejo ermitaño. Era un viejo de barba larga y cabellos largos y canosos, con los ojos blancos de ceguera y bastante loco, pero no peligroso, o eso pensaban. Cuando los obreros se acercaron al castillo, el viejo salió, vestido con una extraña túnica y con una escopeta en la mano, y los expulsó a los disparos, extrañamente con muy buena puntería.

Un rato más tarde, un grupo de gendarmes fueron al lugar para sacar al viejo del castillo. Uno de ellos, nacido en l pueblo, contaba que de niño había ido a cazar pájaros cerca del castillo y el viejo brujo lo convirtió en un pájaro y cuando se alejó volando lo desconvirtió dejándolo caer. Entonces, el Ankou, como llamaban al viejo, hizo brotar del castillo unas heladas llamas que atraparon a los gendarmes y los hizo flotar hasta el río, junto al despeñadero, donde tuvieron que esperar durante muchas horas, agarrados a las paredes a que bajara la marea.

La tabernera cuenta que ella vivió de niña con el viejo porque era huérfana y que aprendió a hablar su lengua y que lo conoce bien, y lleva al hombre de pelo gris al castillo, donde resuelven la situación entre ambos. Allí el viejo despliega todo su poder y le muestra que es capaz de levantar de la muerte a los espíritus de los antiguos habitantes de Trehoët. Varias generaciones atrás, e incluso galos, y celtas y cavernícolas, y unos extraños monstruos altos y casi antropomórficos que vivieron allí millones de años atrás, se levantaron de la muerte para ayudar a la causa.

Todo el pueblo se movilizó, tomaron los astilleros y robaron buques y barcos remolcadores. Empacaron todas sus pertenencias y muchos tiraron toneladas de comida que no podían llevarse. Así comenzó el éxodo más fantástico que un pueblo pudo imaginar. El único que no quiso participar fue Joseph, un viejo anarquista convencido de que todo se arregla poniendo una bomba.

Los fantasmas de los antiguos habitantes de la zona ayudaron de manera hiper enérgica, y en cuestión de una noche se llevaron cada una de las casas, desmontadas piedra por piedra, cargaron todo en los barcos y zarparon a la mar. El viejo, junto con el hombre de pelo gris, subió al castillo, y utilizando su magia hizo que la antigua estructura cayera al mar y flotara como un gigantesco navío de piedra que guiaba a los barcos de Trehoët.

Días más tarde, el nuevo Trehoët se había emplazado en algún lugar de Sudamérica lleno de llamas y de pastizales. El hombre de pelo gris, en un barco de bandera panameña viaja de vuelta hacia Europa, escuchando en la radio un noticiario que relata el desastre de Trehoët. Joseph fue apresado por volar toda la ciudad con unas bombas. Pero se escapó de la cárcel haciendo volar un ala entera del presidio.

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